En el 2006, Argentina Leiva enfrentó la muerte de una de sus hijas y, apenas dos semanas después, recibió un diagnóstico de cáncer colorrectal. Este proceso lo llevó al lado de su hija, Lisandra Chaves.
Leiva le pidió a Chaves llevarla a la Basílica de Los Ángeles, en Cartago, el 2 de agosto de ese año, para pedir la intercesión de la Virgen en su proceso de salud. Lisandra no era creyente, pero se conmovió al observar a los peregrinos y realizó una promesa.
“Yo le dije a Dios: ‘Si vos existís, entonces que ella se cure, para que yo crea’. Y le dije a la Virgen: ‘Si eso pasa, yo te ofrezco lo que me pidás’”, recuerda Chaves.
Al salir de la Basílica, fueron a comer y observaron un arcoíris. Ambas aseguran que este “cayó a sus pies” y todas las personas del restaurante se levantaron a verlo. Argentina lo interpretó como un símbolo de que la Virgen había escuchado sus peticiones, su hija consideró que era un fenómeno atmosférico.
“Con fe y todos los días rezando el Rosario ahí en el hospital, una mañana me desperté y estando en el baño, cayó el tumor. Me vieron los médicos, me hicieron el examen y no había nada”, relata Argentina Leiva.
Su hija Lisandra recordó su promesa, acudió donde un sacerdote, se confesó y comulgó. Ella comenta que a partir de ese momento experimentó señales marianas, como un agradable olor a rosas en su casa y una voz de hombre que le dijo: “Tus pecados han sido perdonados” (ver nota completa en el video adjunto).
“Yo me acerqué al sacerdote, le conté y me dijo: ‘Al parecer, Dios te está llamando a una vida consagrada a Él’. Yo le respondí: ‘No puede ser, yo me quiero casar’”, comenta Chaves.
En Semana Santa del 2010, después de un proceso de tres años, Lisandra fue consagrada en la Casa Episcopal por Monseñor José Francisco Ulloa. A través de este ritual, adquirió una promesa perpetua de no casarse y dedicar su vida a Dios.