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Bernal Fonseca / Empresario, culturepreneur y triatleta competitivo de larga distancia.

Comencemos por diferenciar los rituales de otros términos o prácticas que podrían asemejarse. Los hábitos son acciones automáticas para la vida diaria, como levantarse temprano todos los días para entrenar. Las tradiciones son prácticas transmitidas a lo largo del tiempo; celebrar la Navidad es un reflejo de ello. Por otro lado, las costumbres son formas comunes de actuar en una sociedad; saludar con un beso en la mejilla es una manera de comprenderlo.

Los rituales, en cambio, son acciones cargadas de un simbolismo profundo, vinculado con lo emocional o espiritual.

Todo este contexto me lleva a reflexionar sobre el valor de los rituales. Hace unos días, me encontré con un video en el que alguien mencionaba que abrir los ojos y dar gracias era un acto realmente poderoso. Desde entonces, he incorporado ese ritual en mi primer momento del día, junto con mi oración.

Además, en uno de los proyectos en los que colaboro, hemos estado reflexionando sobre los rituales que han construido la identidad de la organización y, por ende, del grupo de personas que la conforman.

Esto me llevó a preguntarme: ¿de qué manera los rituales fortalecen el significado, la estructura y el propósito de lo que hago? Aquí les comparto mis respuestas:

1. Fortalecen el significado. Los hábitos, costumbres y tradiciones pueden convertirse en algo ordinario, pero los rituales los transforman en algo especial. En mi experiencia personal, besar el tatuaje de mi madre en el brazo al cerrar una competencia es más que un gesto; es un acto cargado de significado.

2. Dan estructura. Los rituales ayudan a mantener la disciplina y generar estabilidad. Si antes de dormir realizo un ritual —leer, respirar profundamente para relajarme, orar y agradecer—, cierro el día de manera consciente y preparo la mente para el siguiente. Esto me ayuda a reducir la ansiedad y la fatiga mental. Siempre reviso mi planificación deportiva para el día siguiente.

3. Fortalecen la identidad y la comunidad. Compartir rituales con otras personas refuerza los vínculos e imprime un sentido de pertenencia. Tal es el caso cuando salgo a entrenar en bicicleta con un amigo: siempre oramos juntos antes de comenzar a rodar.

4. Reafirman el propósito. Los rituales me conectan con la esencia de lo que hago. Me permiten recordar que cada paso tiene un sentido más profundo y amplio. Esto me hizo pensar en la manera en que beso mi bicicleta antes de competir: no es un simple gesto, sino un recordatorio de todo el camino recorrido hasta ese momento.

Planificar rituales no implica hacer cosas elaboradas o extensas, sino ser intencionales en conectar mente, cuerpo y espíritu con el origen de lo que hacemos.

¿Logra identificar sus rituales o cuáles podría crear?

Recuerde que podemos seguir en contacto a través de mi correo electrónico: yo@bernalfonseca.com.

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