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Geiner Bermúdez y su esposa Guiselle, originarios de Costa Rica y residentes en Riverview, una comunidad al sur de Tampa, Florida, viven horas de tensión y preparación ante la inminente llegada del huracán Milton. Aunque el fenómeno ha cambiado su trayectoria, desplazándose hacia el sur, Bermúdez asegura que él y su familia —incluyendo a su hija Angui, de 17 años, y a su hijo Justin, de 18—están tomando todas las precauciones necesarias.

“Ayer estábamos supuestos a recibir el impacto directamente, pero de ayer a hoy ha cambiado la trayectoria", explica Bermúdez.

La familia, que reside en una casa de concreto fuera de las zonas de evacuación, ha reforzado las ventanas y asegurado un generador con suficiente gasolina para posibles cortes de electricidad. A pesar de no estar en peligro inminente por las marejadas ciclónicas, la intensidad de los vientos sigue siendo motivo de preocupación.


"Nos han dicho que es algo muy grande, muy fuerte, algo nunca visto por estas partes", relató el costarricense a Teletica.com.

El panorama en Tampa ha sido complicado durante los últimos días. Los supermercados saturados, muchas gasolineras desabastecidas, y las principales carreteras de salida congestionadas. Bermúdez contó que muchas personas han dejado la ciudad en busca de refugio, lo que provocó atascos en las principales vías de escape como la I-75 y la carretera 4.

“Nosotros queríamos irnos de acá, de hecho. Pero las autoridades de aquí estaban diciendo que las carreteras iban a 20 millas por hora. Y el miedo era que muchos hoteles ya están llenos y no había otros lugares para quedarse, porque no tenemos amistades en la zona norte de la Florida. 

"Tenemos familiares y amigos en Georgia, pero para llegar sería un viaje de 10, 11 horas. Y con las carreteras saturadas, yendo a 20 millas por hora, imagínense, duraría uno como dos días para llegar”, detalló.

Se estima que unas cinco millones de personas han evacuado la zona. Sin embargo, tras días de caos, las autoridades han impuesto un toque de queda para facilitar los preparativos finales antes de que el huracán toque tierra.

“En caso de que algo fuera a pasar, tenemos la opción de albergarnos en un centro educativo, que la mayoría están abiertos para refugiar a las personas. Por ejemplo, en la escuela de mi hija, que es enorme y atienden casi cuatro mil estudiantes, tienen capacidad para muchísima gente”, indicó.

"Por ahora está tranquilo, muy nublado y lloviendo poquito", dice Bermúdez, quien se aferra a la esperanza de que el huracán siga debilitándose. La familia, como muchos otros residentes, se mantiene en casa, con la esperanza de que las medidas preventivas sean suficientes para enfrentar este fenómeno histórico.

“Estamos pidiéndole a Dios que desvíe a este huracán un poquito de esta zona y que se debilite para que no afecte a otras personas”, concluye con la voz cargada de fe, esperando que el impacto de Milton no sea tan devastador como se teme.

Mientras tanto, la calma previa al huracán persiste, pero todos saben que el verdadero desafío está por comenzar.

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