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En el corazón de San Antonio de Escazú reside Gerardo Vargas León, un hombre conocido cariñosamente como “Lalo”. A sus 78 años, lleva consigo una historia de vida marcada por la resiliencia, el amor a la tierra y una profunda fe en Dios.

“Lalo” nació y creció en San Antonio, donde desde temprana edad cultivó una profunda conexión con la tierra. Se declara un agricultor de corazón, y su pasión por el campo se refleja en cada rincón de su propiedad, donde abundan una gran variedad de plantas y árboles frutales.

Su camino no ha estado exento de desafíos. A lo largo de su vida, Vargas ha enfrentado tres infartos y cuatro tipos de cáncer. Sin embargo, su espíritu positivo y su inquebrantable fe en Dios han sido pilares fundamentales en su proceso de recuperación.

El ejercicio físico también ha jugado un papel importante en su bienestar. “Lalo” tiene la costumbre de salir a caminar diariamente al Parque La Sabana en San José, acompañado por su hija María Elena. Esta actividad no solo le ha permitido fortalecer su salud física, sino que también ha creado un espacio para compartir momentos especiales con su hija y motivarla a adoptar un estilo de vida saludable.

Más allá de su valor terapéutico, la agricultura representa para él una fuente de alegría y satisfacción. Tiene el privilegio de haber sido uno de los responsables de cuidar los primeros cultivos de fresa que llegaron a Costa Rica hace 65 años. Para él, la fresa no es solo una fruta, sino un símbolo de su legado y su conexión con la tierra.

La historia de este vecino de Escazú es un testimonio inspirador de la fuerza del espíritu humano. Su pasión por la vida, su resiliencia y su amor por la tierra lo convierten en un ejemplo a seguir para las nuevas generaciones.

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