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En la pequeña comunidad de Jesús María, San Mateo, Alajuela, conocido como el “Pueblo Frutero” de Costa Rica, nace la historia de Ada Luz Vargas, una mujer cuya vida refleja el esfuerzo, sacrificio y dedicación al campo. 

Ada creció junto a sus cinco hermanos, trabajando la tierra que sus padres les heredaron. Desde joven, aprendió los secretos de la agricultura, un oficio que lleva en la sangre y que ha sido parte fundamental de su vida.

Durante la temporada que va de marzo a julio, ella vende las frutas que cosecha directamente en un pequeño puesto frente a su casa, ubicado en la carretera que comunica Jesús María con Esparza de Puntarenas. Las frutas que cultiva y comercializa son una muestra más de la riqueza agrícola de su comunidad, que destaca por su gran producción frutal.

En 2013, tras el fallecimiento de su esposo debido a un cáncer, Ada asumió el reto de sacar adelante a sus cuatro hijos, todos ellos también agricultores. Su fortaleza se refleja en su capacidad de adaptación, equilibrando su vida como madre y trabajadora. Antes de dedicarse completamente a la agricultura, fue profesora y directora de la Escuela Rogelio Sotela Bonilla, donde también fue alumna en su niñez. Recuerda con cariño esa etapa, en la que trabajó duro para costear sus estudios y lograr convertirse en la directora del centro educativo.

Aunque ya está pensionada, su amor por la tierra sigue intacto. Su vida es un testimonio de lucha y amor por su comunidad, por su familia y por su tierra. Gracias a su trabajo y sacrificio, Ada ha logrado mantener viva la tradición agrícola de su pueblo, transmitiéndola a sus hijos, quienes siguen sus pasos en el cultivo de frutas.

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