Dra. Johanna Alvarado/ ICF Young Leader Award.
"El mayor peligro en tiempos de turbulencia no es la turbulencia en sí, sino actuar con la lógica del pasado", Peter Drucker.
Vivimos en un mundo donde el liderazgo está en constante evolución. La historia nos ha mostrado ejemplos de líderes que han inspirado revoluciones, innovación y progreso, así como de aquellos que han paralizado sociedades enteras con su visión autoritaria y su temor al cambio. Pero, en este punto de la historia, la pregunta ya no es únicamente qué tipo de líderes necesitamos, sino qué tipo de liderazgo queremos perpetuar y, más importante aún, qué tipo de mundo estamos construyendo para las próximas generaciones.
A lo largo de mi carrera y estudio del liderazgo, he identificado un fenómeno que he denominado liderazgo emperatroz, una construcción que encapsula la esencia de un estilo que, lejos de potenciar la creatividad, el trabajo en equipo y la construcción colaborativa, se convierte en el enemigo más atroz de la evolución y la unión.
Liderazgo emperatroz: la imposición del miedo como estrategia. Es aquel que aparenta ser fuerte, imponente y centralizado en la figura de un solo individuo, pero en realidad opera desde una profunda inseguridad disfrazada de autoridad.
Se caracteriza por:
- La verticalidad extrema, donde el poder se concentra en una sola persona o en un círculo reducido que desestima otras voces.
- La ilusión de control absoluto, generando sistemas donde la obediencia es sinónimo de estabilidad, pero la disidencia es castigada.
- La desconfianza en la diversidad de pensamiento, lo que sofoca la creatividad y aniquila la innovación.
- La competencia interna destructiva, donde los miembros de la organización o sociedad luchan entre sí por la aprobación del líder, en lugar de colaborar para el bien común.
- El miedo como herramienta de liderazgo, logrando obediencia basada en la incertidumbre y la amenaza de consecuencias negativas.