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En Corralillo de Nicoya, antes de que el sol ilumine el paisaje guanacasteco, ya se escucha el sonido de las brasas encendidas y el inconfundible aroma del maíz recién molido. Es aquí donde Zoraida Matarrita y un grupo de mujeres trabajadoras han convertido un alimento ancestral en su mayor fuente de inspiración y sustento.

Desde hace 18 años, este grupo mantiene viva la tradición de la cocina guanacasteca con tortillas, tamales, atol y otros platillos que han conquistado a la comunidad. Para ellas, el maíz no es solo un ingrediente, sino un legado que han sabido honrar con sus manos (ver nota completa en el video adjunto).

Un emprendimiento familiar que nació con amor

Cada mañana, doña Zoraida se levanta a las 3 a. m. para iniciar su jornada. Con paciencia y dedicación, lidera a su equipo, que está conformado por sus dos hijas, su prima, su hermano y otras mujeres que han hecho del maíz su oficio.

“Nosotros crecimos con esta tradición. Para mi familia, el maíz es parte de nuestra historia, y compartirlo con la comunidad es algo que nos llena de orgullo”, comenta.

Entre risas y trabajo en equipo, logran preparar entre 200 y 400 tortillas cada día, sin olvidar los tamales, la gallina achiotada y otros platillos que forman parte del menú tradicional guanacasteco.

La clave de una tortilla perfecta

El proceso de hacer tortillas es un arte que requiere experiencia y técnica. Mientras doña Zoraida da forma a la masa con destreza, explica que el secreto está en el amor con el que se prepara.

“No es solo mezclar y cocinar, es entender la textura, el punto exacto del maíz y la paciencia que se necesita para que queden perfectas”, dice con una sonrisa.

Su legado ha sido bien recibido por la comunidad, que reconoce la calidad de sus productos y la calidez de quienes los preparan. Su emprendimiento ha permitido que la tradición del maíz siga vigente, convirtiéndose en una fuente de empleo y orgullo para la zona.


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